Category: Funciones especiales


El responsable de que cada año se lleve a cabo la muestra del BAFICI en Rosario nos habla de la programación de esta edición, y de muchas cosas más.

Por Fernando Herrera

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La sonrisa vertical

Joe es una pecadora impecable. Su historial de relaciones peligrosas incluye más vínculos que una reseña de este blog. Se sabe y reconoce distinta desde muy temprana edad. Nada de pubis angelical.

Lars y la chica real. Las películas de Von Trier (al igual que Joe) tienen mucho para entregar. Combinan por igual capricho y desafío, regodeo en la abyección con atípica inquietud artística. También pueden ser vistas como una galería de provocaciones, baratas y caras. Pero no se suele salir indemne de ellas.

Vale la pena entonces elaborar un análisis más profundo de lo que propone el director danés en este caso. Esta reseña oficia como borrador de ese análisis.

Se podría empezar por la sinopsis. Filmaffinity nos dice lo siguiente:

Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgard) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla (Sic) y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado esa mujer a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones.

Sexo oral. La experiencia sexual mediatizada por el relato que Joe hace de su vida a Seligman es el centro de la película. Un juego de gato y ratón (ratoneado) brillantemente ejecutado por Gainsbourg y Skarsgard. Von Trier sabe como dirigirlos y exigirlos al máximo. El recurso del relato reinterpretado enfría y distancia. El realizador de Anticristo se pone anti-erótico.

Tanto los protagonistas como los secundarios brillan en sus papeles, en especial los intérpretes más conocidos, con fugaces apariciones que los desencasillan. La excepción quizás sea Stacy Martin, que en su rol de joven Joe pone el cuerpo pero queda lejos de la complejidad que Gainsbourg le da al personaje maduro. La calculada manipulación del director alcanza a los espectadores. El tipo sabe como incomodar, y como tensar cualquier situación. Incluso juega a referirse a sí mismo en una escena que imita a otra de Anticristo (película ante la cual ésta, y cualquier otra, terminan siendo light).  Parece que Von Trier no puede dejar de pensar en él mismo, y usa al personaje de Seligman como un alter ego. Probablemente sea demasiado ego.

Aún con sus desniveles, con sus metáforas forzadas y sus golpes bajos, Von Trier sigue su marcha forzada a contramano y propone algo absolutamente distinto a todo.

Por Fernando Herrera

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Una noticia para romper el hielo

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Mejor hablar de ciertas cosas

Esta noche, en el Café de la Flor habrá un tributo a Sumo en el marco de una nueva fecha de Rosario Vivo. Antes del show podrá verse el documental de Rodrigo Espina cuyo foco está puesto en la vida de Luca previa a la formación de la mítica banda y las circunstancias que lo trajeron a nuestro país, estallando desde el océano y convirtiéndose en punto de inflexión y una influencia extraordinaria para todo el rock local.

Buen material de archivo, en donde se destacan las grabaciones en cassette a modo e cartas que le enviaba a su familia, y una notable serie de testimonios, se transforman en el complemento perfecto para esperar el concierto de la banda Fiebre.

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Entre tantos ricos testimonios, brillan por su ausencia los de Mollo y Arnedo pero se destacan cinco magníficos. Los de su madre, cuyo histrionismo y buen humor a pesar de todo explican en cierta forma el carácter de hijo y su extraordinario carisma, los de Germán Daffuncio y Alejandro Sokol, que compartieron tanto con él, el de Stephanie Nuttal, primera baterista y ex-novia de Luca, y el de Timmy Mckern, su gran amigo escocés, mezcla rara de ángel de la guarda punk y hobbit de las sierras cordobesas que lo tentó para su primer viaje y terminó transformándose en el catalizador de Sumo. Sus hermanos, sus amigos italianos y sus ex-novias también son parte del desfile de personajes que tiene algo nuevo que decir sobre la persona detrás del mito.

Por Fernando Herrera

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Puntos de Vista

Pasó el Oscar, por fin, evento tan significativo como intrascendente. Nunca deja de generar cierta fascinación, pero el día después termina marcando lo efímero de su legado. Dejemos de lado el comentario de la ceremonia y pasemos a otro evento que revisita el cine de Claude Chabrol, precisamente el autor de La ceremonia (1995).

En el marco de los ciclos de cine de Lets Dance pudo verse una película de Chabrol que, como la gran mayoría de sus obras, se va desplegando a la sombra de Hitchcock para terminar contando otra cosa. La mujer infiel es una de las tantas colaboraciones entre el director y la bella y distante Stéphane Audran, una relación fecunda que incluye 24 películas juntos, y un hijo.

El retrato de una familia en apariencia ideal, sin problemas económicos, con una vida confortable y un cariño que mantiene unidos a sus integrantes, pronto abre el juego para hurgar en las grietas de su malestar. Habrá un crimen, como casi siempre en Chabrol, y una manera de ocuparse de limpiar la escena del crimen que remite directamente a Psicosis. La diferencia entre aquel clásico y este consiste en sacar el elemento terrorífico de su aislado ambiente en un motel en medio de la nada para instalarlo en el corazón de una familia respetable. El clasicismo aparente se quiebra justamente en esa escena del crimen, y la película abandona por completo el punto de vista de uno de los protagonistas para pasar al otro.

La mujer infiel tendría su remake en el año 2002, en Hollywood, con Richard Gere y Diane Lane, mostrando fidelidad a lo más superficial de la trama y dejando todo el resto de lado. Un asesinato más para la lista de crímenes que habitan las películas del maestro francés.

El ciclo de Marzo está dedicado a Fritz Lang, con el foco puesto en su etapa americana.

Por Fernando Herrera

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Cuando la sangre llega al río

Un musical político, por improbable que parezca. Un musical político en el que la que baila es la cámara.

Una revuelta de campesinos húngaros de fines del siglo XIX, y su correspondiente represión, son el sustento de esta obra maestra de la puesta en escena. Puesta en escena que duplica el juego de simulacros con los que se urde el poder, con amos que juegan a esclavos, y amagan a dar cierta rienda a la recepción de reclamos para reubicarse y encontrar la mejor forma de vigilar y castigar.

Pero las contraconductas persisten.

Solo 26 tomas le alcanzan al genial cineasta húngaro Miklós Jancsó para desplegar toda su sabiduría narrativa. Una sucesión de magistrales planos secuencia donde el foco está puesto en el grupo y no en los individuos. Si bien la historia de su país y la lucha contra la opresión componen el nudo de la obra de este director, nunca antes se había expresado de esta forma. Su influencia en todo el cine posterior es notable, empezando por Bela Tarr y siguiendo hacia confines insospechados.

Basta con citar dos momentos sublimes. La tensión de un plano tan general y distante (que solo puede apreciarse realmente en pantalla grande) en donde se puede ver a los campesinos celebrar rodeados por un ejército que puede estar a punto de atacar o punto de unirse a la fiesta. Y la inmediata, poética y atroz consecuencia de ese choque de fuerzas en un río cercano.

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En último Festival de Mar del Plata pudo verse una extraordinaria retrospectiva de Jancsó. Fue uno de los puntos altos de un evento en donde las retrospectivas brillaron. Este vienes 13 se exhibirá en Rosario Salmo Rojo, una cita ideal para empezar a conocer su obra.

Por Fernando Herrera

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Lost in translation

La donna e mobile, y lo demás no importa. Capri es un bellisimo e inútil paisaje que pone el marco a la reunión de un productor (norteamericano), con un director (alemán) y un escritor (francés) para embarcarse en la realización de una nueva versión de La odisea, pero la odisea es entenderse. Que en esa ficción el director sea Fritz Lang, haciendo de sí mismo, no es un dato menor, y que la mujer del escritor sea Brigitte Bardot, tampoco. Mitos hablando de mitos en un juego de espejos cargado de simetrías y puntos de fuga.

Alle Anderen. El siempre desmedido Jack Palance es un productor que llegó de Hollywood para llevarse el mundo por delante, que entiende cuál es la diferencia entre Grecia y Roma, pero no le importa. Por lo menos sabe lo que quiere. Michel Piccoli es el escritor que lo mira con desdén, desde su aparente superioridad intelectual, pero que se viste como sus americanos héroes. El diálogo de sordos no se produce tanto entre un norteamericano y un francés sino entre Lo Norteamericano y Lo Francés. Necesitan una traductora para entenderse, pero ni así. Cada cual atiende su juego.

Belle de Jour. Y su juego es despertar y sostener el volátil  interés de una mujer. Lo demás, la Odisea, Fritz Lang, la cultura occidental entera, se circunscribe a ese conflicto elemental. Solamente ella, nube sin rumbo ni destino, con la ternura del adiós. Homero deviene en Homero Manzi.  Bardot es diosa y es mito, y oscuro objeto de deseo, ese mítico culo ocupa la centralidad del relato.

Mais pra que, pra que tanto céu, pra que tanto mar. Detrás de cámara, un Godard que esta vez no tensa al máximo lo explícito de la puesta en escena, que se repliega (a su manera) ante lo ambicioso de la propuesta y los nombres en juego. Y filma en Cinemascope, un formato de moda en aquel momento al que el propio Lang define con sorna como sólo apto para  mostrar funerales y serpientes. Nada más inapropiado (en principio) para abordar un drama intimista. Pero Godard es Godard y reinventa el cine en cada película. Y aquí aprovecha para jugar con los bordes de cada plano y siempre encuentra nuevas posibilidades expresivas. Si la  hubiera filmado ahora seguramente lo hubiera hecho en 3D.

Por Fernando Herrera

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Kia Davis in "Exit Elena" a Konec Films production.

Neurosis tamaño familiar

Nathan Silver hace de todo, y lo hace bastante bien. En el último BAFICI presentó dos películas, Soft in the head en la Sección Panorama y Exit Elena en la Competencia Internacional, y en ella también actúa, en un papel complicado, con muchos puntos de contacto con el protagonista de La Paz.

Pero el centro de la película es la experiencia (o la falta de ella) de Elena, joven enfermera recién recibida que debe cuidar a una anciana y para ello convivir con la neurótica familia de la mujer, compuesta por su indiferente hijo, su agobiante nuera (madre de Silver en la vida real) y su errático nieto (el propio Silver).

Elena se ocupa de todos ellos, los contiene y es contenida, y por momentos quiere irse lo más lejos posible.

Bajo presupuesto pero buenas ideas para abordar el retrato de una familia disfuncional (tema central del cine Independiente norteamericano) con iguales dosis de ironía y ternura .

Por Fernando Herrera

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Texto de Marcelo Panozzo para el libro del BAFICI

“Este es un policial erótico con situaciones muy límite”, dice la directora. Y no sólo eso: ¡es argentino! O fue hecho en Buenos Aires, Argentina, subte línea B, donde todo el mundo se aleja más del cielo también. Mujer lobo, de Tamae Garateguy, es una bienvenida rareza para ese cine-argentino-independiente (táchese lo que no corresponda) que no se anima a límites de este tipo, en los que la carne se pone toda junta en el asador. La mujer lobo del título es una asesina serial multirostro (espléndidas Mónica Lairana, Luján Ariza y Guadalupe Docampo dándole forma), de alguna manera maldita por ese impulso homicida, que seduce hombres, los lleva primero a la cama y enseguidita a la tumba, y sigue su camino. Hasta que, claro, se topa con un problema de difícil solución. Sexy, estilizada, violenta y generosa, Mujer lobo agarra una serie de estereotipos manejados (justamente) por tipos y los da vuelta como una media (calada). Bravísima. Y bienvenida.

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Ilusión y movimiento

Santiago Mitre, inquieto después del éxito de El estudiante, cambia por completo y codirige junto al coreógrafo Juan Onofri Barbato Los posibles, una propuesta inusual de llevar a la pantalla un muy particular espectáculo de danza, alejándose de cualquier intento de registro clásico. El resultado es una experiencia hipnótica.

Un grupo de seis bailarines en un sótano. No hay más que eso, o quizás sí. Los bailarines vienen de la Casa La Salle, un centro de integración social ubicado en González Catán. La compañía de danza se llama Grupo KM29.  Los rostros de cada uno sugieren un pasado que nunca se hace explícito.

Decíamos en notas anteriores sobre películas del BAFICI que P3Nd3JO5 se sostiene en su poética visual y Viola se concentra en la fuerza de sus palabras. Dos maneras opuestas pero igualmente válidas. Mitre recorre también ese camino en su propia obra yendo de la palabra en El Estudiante a la pura y energética plasticidad de Los Posibles. En ese retrato certero de la tensión de los cuerpos radica toda la su fuerza.

Por Fernando Herrera

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Copias certificadas

Siempre se vuelve a él, es inevitable. Un grupo de actrices ensaya para un proyecto que reúne textos de obras de Shakespeare. Cada texto, como era de esperar, es rítmico y exacto, pero todo lo que dicen fuera del ensayo también lo es.

Pocas veces se ha visto un trabajo con la palabra tan ajustado y musical. Eso es Viola, un preciso juego de espejos, ligero pero no superficial, con la representación como eje. Cada repetición tiene su propio sentido en los ensayos y en la vida más allá de ellos. Las protagonistas (notables actrices todas) hablan y son habladas. No es solo copiar lo que importa, aunque copiar sea la forma de ganarse la vida. Sobre todo para Viola, que recorre en bicicleta la ciudad entregando películas truchas.

En un cine que se está acostumbrando a enfocarse en los silencios y los gestos para generar sus climas, Matías Piñeiro amablemente pide la palabra.

Por Fernando Herrera

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