Category: Agos Guma


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Psicoanalista – Creadora junto a Fernando Herrera y Emanuel Donati del ciclo de cine: “Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock”

Notas para el blog:

(Psico) análisis de un método peligroso

Terciopelo azul

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La oreja de Van Gogh

Hay otros mundos, pero están en éste. Jeffrey lo intuye, su vida de ensueño americano le deja un resquicio para asomarse a esa pesadilla que presupone es el mundo de los adultos, el verdadero. Y lo hace al salir del hospital en el que acaba de visitar a su padre, un padre absolutamente debilitado por un infarto que le ha quitado hasta la voz, y encontrase por el camino, de la manera más aparentemente antojadiza, con una oreja. En un descampado, una solitaria oreja humana, cubierta de hormigas (homenaje explícito al primer Buñuel). Un sucio agujero por el que se oyen las palabras, aquellas que ya no puede oir de su padre, y un angustiante zumbido. Esa oreja se vuelve el objeto que lo llevará a conocer ese otro mundo.

La primera escena de la película es paradigmática, la corrección a ultranza en la descripción de una vida suburbana idílica (música amable, bomberos que saludan, niños que cruzan las calles por donde deben, una película de misterio acotada a la cómoda ficción que propone la TV en el living, un padre regando la plantas). Todo se viene abajo, literalmente. La manguera retorcida que no deja pasar agua se vuelve metáfora del corazón que colapsa. El padre se desmorona y con él, todo ese mundo. La cámara no se detiene en ver que será de ese hombre, se hunde en el suelo y se fascina con la actividad de los insectos que pululan bajo el pasto recién regado.

Dos mundos de contornos imprecisos que se superponen. Realidad y ficción son apenas un par de categorías tranquilizadoras. In Dreams es una canción que aparece promediando la película, Jeffrey sueña en su cuarto, donde se muestra un atrapa sueños que no cumple con su función. En esas escenas la canción acompaña todo el decorado onírico del sin sentido.

En ese asomarse a otro mundo Jeffrey se pregunta por la sexualidad, y en especial por la femenina, se pregunta por como goza una mujer. El departamento de Dorothy va a convertirse en un refugio desprotegido, lleno de ambivalencias, paralelo a la norma. Allí los fantasmas se superponen y el padre es siempre potente, llevado al extremo, la mujer goza, Jeffrey asiste a la escena primaria, como voyeurista, se juega a traspasar las leyes del incesto.

Terciopelo azul plantea un escape desde una ficción (el sueño americano) hacia una pesadilla (un mundo de criminales ridículos y obscenos, el más allá de los diques morales) para poder volver (querer volver) a esa primera instancia naif que se intuye tan falsa como tranquilizadora. Pero nunca se vuelve al mismo lugar y el regreso de Jeffrey implica un aprendizaje de lo prohibido, de lo oscuro, de lo no dicho.

Por Fernando Herrera y Agos Guma

Más información sobre la película en IMDB

Esta película formó parte del ciclo «Todo lo usted siempre quiso saber sobre Lacan y no se atrevió a preguntarle a Hitchcock»

(Psico) análisis de «Un método peligroso»

El método Cronenberg

1907, un joven Karl Jung (Michael Fassbender) visita a quien era su mentor por entonces, nada menos que Sigmund Freud (Viggo Mortensen) en su casa de Viena. Allí hablan durante horas y exponen sus diferentes enfoques sobre una psicología que apenas se vislumbraba como ciencia. En la conversación Jung manifiesta que se siente exaltado por un sueño que tuvo y se lo cuenta a Freud.

No hay imágenes de lo latente del inconsciente en el último trabajo de David Cronenberg, sólo relatos. Qué hubiera pasado si pudiéramos ver las pesadillas de Jung, nunca lo sabremos. Un director como Terry Gilliam hubiera hecho una película sólo con eso. Pero aquí sólo conocemos las palabras que mediatizan las experiencias de los protagonistas.

¿Cronenberg se reprime? Hay una velada intención en su búsqueda, que se remonta a Spider (2002) y a Una historia violenta (2004), un esfuerzo por contener su habitual fascinación por los excesos y ver qué pasa. Y lo que pasa sigue siendo Cronenberg.

El arte de curar

Sabina Spielrein fue una figura importante dentro del incipiente panorama del psicoanálisis de principios del siglo pasado. Paciente de Jung devenida psicoanalista y formadora de psicólogos como Jean Piaget, autora de trabajos que llegaron a influenciar al mismísimo Freud. Su interesante, ambivalente punto de vista es recuperado por Cronenberg y su guionista Christopher Hampton, especialista en adaptaciones (ya había escrito en el 2002 una obra de teatro en la que se basa esta película).

Sabina (Keira Knightley, en un papel exigente) es llevada en 1905 a una clínica de Suiza para ser tratada por un diagnóstico de histeria. Sus ataques alternan con momentos de lucidez que descolocan e inquietan al joven Jung, que intenta con ella un novedoso tratamiento de la cura por la palabra ideado por Freud. Es una época en la que los marcos de referencia se corren y el concepto de locura comienza a borronearse.

Karl dice que en Psiquiatría necesitan gente como Sabina. “Insane you mean?” pregunta ella. “Sí”, responde él, “nosotros los sanos tenemos serias limitaciones”. Y ya hacia el final del film vuelve al tema con una frase certera: “Sólo los heridos pueden tener la esperanza de sanar”. A esa altura, aún no estaba difundida la palabra psicoanálisis. Y, llegado el momento de hablar de esa nueva disciplina, cada uno de los protagonistas la pronuncia distinto. La palabra en Un método peligroso tiene un peso específico.

En el nombre del padre

El joven Jung se va haciendo un lugar en el panorama de esa disciplina, hasta que sus obsesiones colisionan con las de su mentor, Sigmund Freud, cuyo objetivo es muy claro: lograr que la Psicología sea aceptada y se la incluya en el panteón de las ciencias. Jung, mucho menos pragmático, y con su vida resuelta por su conveniente matrimonio, siempre quiere ir un paso más allá del psicoanálisis. Tiene una aproximación mucho más emocional a su profesión. El hijo pródigo deviene parricida.
Jung admira a Wagner, en particular Die Walküre, y no solo esKüre lo que resuena allí: el padre del héroe en la ópera se llamaba Sigmund. Todo está calculado en un guión que parece un trabajo de orfebrería en donde nada se enfatiza. Tampoco las conversaciones de Jung con Sabina, en la que ésta parece sugerirle conceptos que él mismo ampliará en el futuro.

Escrito en el cuerpo

Si bien la aproximación contenida de Cronenberg puede catalogarse de cerebral, el cuerpo sigue presente, como en todas sus películas previas. En los encuentros sexuales, en los azotes que exige Sabina, en el corte que le provoca en la cara a Jung cuando se siente dejada de lado (un pequeño acto de violencia que cambia por completo la dinámica de la relación entre los dos y de paso ilustra la dialéctica del deseo). Es justo en ese preciso momento en donde el cuerpo velado irrumpe.

Freud tomará las ideas de Sabina sobre la pulsión de muerte y el masoquismo para desarrollos ulteriores, ya completamente distanciado de Jung. Sabina ha coqueteado con los dos y la trama también ha coqueteado con las ideas de ambos. Con su aproximación analítica y su foco puesto en la palabra parece avalar a Freud, pero a la vez termina validando hacia el final a Jung con el apocalíptico relato de la visión de una futura guerra en Europa, que no tardaría en llegar. Si bien probablemente esto ya estaba en la obra teatral de Hampton, que a su vez se basa en una novela del año 93 de John Kerr, Cronenberg consigue plasmarlo muy bien.

Por Fernando Herrera y Agostina Guma (publicado originalmente en Espacio Cine)

Más información sobre la película en IMDB