Matrimonio y algo más
Escenas de la vida conyugal (y extraconyugal), cónyuges encerrados en sus miserias y yugulares abiertas para que la sangre brote. Todo eso propone la nueva y saludablemente perversa película de David Fincher, que venía licuando la potencia de sus primeros films con una serie de trabajos anodinos y que ahora se recupera invocando el espíritu de Hitchcock. Por lo menos lo intenta.
Basada en la exitosa novela de Gilliam Flynn, la trama gira en torno a la desaparición de Amy (Rosamund Pike, candidata al Oscar por este trabajo), y de la desesperación de su esposo Nick (Ben Affleck) por encontrarla y, de paso, alejar las sospechas que que se acumulan sobre su culpabilidad. La historia va y viene en el tiempo y cambia puntos de vista para que la aparente pareja ideal deje ver las grietas en su vida de cazados.
Hay un enigma policial plagado de vueltas de tuerca, hay humor y una serie de dardos filosos a la manipulación de los medios, y hay una cada vez más inusual intención de hacer cine para adultos y no para adolescentes. Más allá de los enredos y las miserias, sobrevuela la curiosidad por retratar las flaquezas de la institución matrimonial. El inextinguible dilema de vivir solos o permanecer juntos hasta que la suerte nos repare.
Por Fernando Herrera