Primeras impresiones de una edición atípica del festival
Nada reemplaza a la presencialidad
Más allá de las películas hay que hablar del formato a distancia, y celebrar la edición «de resistencia» (y algunos cambios que seguramente llegaron para quedarse), sin desconocer que la esencia del evento sigue estando en la exhibición en sala. Mientras algunos festivales similares se cancelaron y otros optaron por una versión presencial reducida, Mar del Plata apostó a una virtualidad gratuita que no solo permitió no perder el año sino que le dio un alcance que lo puede haber llevado a un nuevo público.
2. Pequeñas grandes propuestas del cine argentino
Hubo ingenio ante la falta de recursos. Fueron notables las películas que trabajaron con material de archivo (desde noticieros a viejas filmaciones caseras) para resignificarlo, como Adios a la memoria, de Nicolás Prividera y Esquirlas, de Natalia Garayalde. No fueron las únicas, también se puede señalar como extremos a 1982, algo más convencional en su uso de viejos noticieros para volver a la locura de Malvinas y Un cuerpo estalló en mil pedazos, que se arriesga a recuperar la historia de alguien que prácticamente no dejó registros se su vida y obra. Sandra Guigliotta opta por un estilo más periodístico y testimonial para Retiros (in) voluntarios, acertando en exponer sin subrayados miserias del capitalismo. En el terreno de la ficción Paula Hernández presentó Las siamesas, en donde la limitación de personajes y espacios realza el duelo actoral de las protagonistas. Es para destacar también los planos secuencia de Las mil y una, de Clarisa Navas, hecha en Corrientes y la particular mirada de Eduardo Crespo en Nosotros nunca moriremos, hecha en Entre Ríos, con un clima de extrañamiento que la acerca a propuestas más radicales como el cine tailandés de Apichatpong Weerasethakul. Lo más destacado sin embargo tuvo que ver con directores que continuaron con la línea trazada en obras anteriores, como Francisco Márquez en Un crimen común y, sobre todo, Matías Piñeiro y su notable Isabella.
3. Acotada presencia internacional
Es entendible dadas las circunstancias. Seguramente fue más complicado que siempre con este sistema de exhibición. La presencia internacional esta vez fue reducida, y quizás salvada a medias por el premio mayor para una película española, aunque el cine europeo en particular casi haya brillado por su ausencia. Aún así quedó margen para ofrecer lo último de grandes nombres del cine asiático como Sion Sono o Hong Sang Soo. Algunos títulos de la competencia internacional pasaron inadvertidos pero vale mencionar el buen ritmo de Shiva Baby, de Emma Seligmann y la sensibilidad de Moving on, de Yoon Danbi, película coreana que sintoniza con el cine del japonés Hirozaku Kore-Eda. La gran ganadora fue el documental español El año del descubrimiento, de Luis López Carrasco, cuyo procedimiento inmersivo de pantalla partida ayudan a comprender un tema que a su vez dialoga muy bien con los documentales argentinos reseñados previamente.
4. Contigo a la distancia
La virtualidad permitió no perderse nada, y esto quizás sea más significativo aún para las actividades especiales. Lo ideal quedó lejos, pero uno es lo que hace con lo que hicieron de uno y este año se maximizaron las virtudes y se minimizaron los problemas.
Desde el contenido quedará como lo más destacado de esta edición una serie de películas que apelan a la memoria personal y colectiva (con más lucidez que nostalgia) y el balance entre lo deseado y lo posible.