El tren de la historia
Un fallido intento de resolver el problema del calentamiento global convierte al mundo en un freezer en el que solo sobreviven los pasajeros de un tren, creado cual arca de Noé por el único que vio venir el desastre. En esta cercana distopía (corre el año 2031 y hace 17 que se inició el apocalipsis) hay lugar para una elite clasista que ocupa los confortables primeros vagones y una corriente combativa que se amontona en los últimos. El conflicto está servido para esos restos de Humanidad en vías de extinción.
La trama es literalmente lineal. Quizás no haya que enfocarse tanto en lo en lo ofrece como en lo que niega. Aquí saludablemente se esquiva todo flashback explicativo de la psicología de los personajes o de las circunstancias que los llevaron a ese lugar tan acotado. Pero el mayor acierto esta dado en coquetear con todos los lugares comunes del cine de hollywood (el líder individual intachable, los ricos malos contra los pobres buenos, la disyuntiva entre salvar a un ser querido o cumplir con el objetivo trazado, y un larguísimo etcétera) para ir traicionándolos uno a uno con resoluciones que se salen del carril esperable. Es entonces cuando las referencias más obvias del cine pochoclero (Titanic, El día después de mañana, y sobre todo Elysium) pierden sentido y Bong Joon-Ho, el director de la extraordinaria The Host recupera su lugar de autor. Su hábil manipulación replica en ese coqueteo con el cliché su propio lugar de artista consagrado volcado al cine industrial, encarando la película de mayor presupuesto de la historia de Corea, con producción norteamericana y hablada en inglés. Tantos elementos contraindicados para sostener una mirada propia encuentran en este caso una resolución sin barreras. Aunque claro, ya se habla y se discute un corte distinto para el mercado americano.
Por Fernando Herrera